Ajedrez • Rosario Castellanos

Porque éramos amigos y a ratos,
nos amábamos;
quizá para añadir otro interés
a los muchos que ya nos obligaban
decidimos jugar juegos de inteligencia.

Pusimos un tablero enfrente
equitativo en piezas, en valores,
en posibilidad de movimientos.
Aprendimos las reglas,
les juramos respeto
y empezó la partida.

Henos aquí hace un siglo, sentados,
meditando encarnizadamente
como dar el zarpazo último que aniquile
de modo inapelable y, para siempre,
al otro.



"... para añadir otro interés a los muchos que ya nos obligaban..."



1 comentario:

  1. Y ese juego es genial.
    Y es mejor cuando dices jaque y tu contrincante se pone desquiciado, más aún un tanto nervioso.
    Y el ajedrez en el amor, no hay estrategias. Quizá más cordura y movimiento.

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